La Federal Guardia de Lujan segùn la vivió Juan Lavalle

Prof. Mónica Brown

A finales de agosto de 1840 el General Juan Lavalle y sus hombres se encontraban acampando en los pagos de la Guardia de Luján. Es a través de su figura que pretendemos realizar una somera descripción no solamente del propio jefe militar sino de la Guardia en aquel año, época conflictiva de enfrentamientos internos –y externos- que aún hoy genera polémica en la historia argentina.
Juan Lavalle es una figura de larga trayectoria militar dentro de las luchas por la independencia tanto argentina como sudamericana. Nacido el 17 de octubre de 1797, con el nombre de Juan Galo de La Valle, era hijo de Manuel José de La Valle y Cortés –descendiente de Hernán Cortés, conquistador de México- y de María Mercedes González Bordillo. Se incorpora al recién creado Ejército de Granaderos a Caballo en 1812 como cadete, bajo las órdenes del General San Martín. Participa del sitio de Montevideo dos años más tarde siendo ascendido a Teniente. Luchó contra Artigas y bajo las órdenes de Manuel Dorrego combatió en la batalla de Guayabos –curiosidades que tiene la historia, el mismo Dorrego que él fusilará catorce años más tarde-.
Incorporado al Ejército de los Andes que San Martín preparaba en Mendoza (1816) participó en las batallas por la independencia chilena adquiriendo el grado de Capitán en la de Chacabuco.
Continúa luego peleando en territorio peruano y ecuatoriano, bajo las órdenes de Simón Bolívar dado que San Martín envía granaderos argentinos en apoyo del libertador venezolano contra el poderío de los ejércitos realistas. Lavalle interviene en la batalla de Riobamba, en abril de 1822, considerada uno de los mejores combates de caballería de las guerras de independencia. También lucha en Pichincha, bajo las órdenes de Antonio José de Sucre, con la cual se logra la independencia de Ecuador.
Al año siguiente regresa a nuestro país -pasando primero por Mendoza para visitar a su prometida, María de los Dolores Correas, con quien se casa en 1824-.
Políticamente, se inclina hacia el pensamiento unitario.
Junto a Rosas y Senillosa integró la comisión demarcadora de la frontera con los indios.
Al estallar la guerra con el Brasil se incorporó al ejército nacional, teniendo destacada actuación militar y adquiriendo el grado de general. El surgimiento de Uruguay como república independiente de nuestro país a consecuencia de esta guerra, más la oposición al federalismo del gobernador Manuel Dorrego –con enorme presión por parte de los unitarios-, hizo que Lavalle, al regresar a Buenos Aires iniciara una campaña contra el gobierno que terminó con el fusilamiento de

Dorrego el 13 de diciembre de 1828 en la localidad de Navarro (vecina a Mercedes, denominada en estos años, Guardia de Luján).
Debe entonces enfrentarse a las fuerzas de Juan Manuel de Rosas, Comandante General de la Campaña que posee cada vez más ascendiente dentro de las filas federales. Entre ambos se firma el Pacto de Cañuelas en junio de 1829 con la intención de cesar las hostilidades y elegir una nueva Junta de Representantes porteña y un nuevo gobernador.
El anecdotario popular nos aporta aquí una historia que, si bien no tiene respaldo documental, es importante ya que hace referencia una “deliciosa” costumbre argentina: el consumo del dulce de leche.
Se dice que a raíz de la firma del Pacto de Cañuelas en la estancia “La Caledonia”, propiedad de Rosas, Lavalle se encuentra en ella en el mes de julio. Una tarde, cansado de cabalgar, y dado que Rosas tardaba en hablar con él, se queda dormido en su catre. Una criada negra, que preparaba en ese momento la “lechada” en el fuego (es decir, calentar leche con azúcar para cebarle mates a Rosas) al ver dormido al jefe unitario en lugar de su amo, llama inmediatamente a la guardia, olvidándose de la leche azucarada que siguió cocinándose lentamente sobre el fuego. Al regresar con los guardias, lo hace el mismo tiempo que Rosas, quién al ver a su “hermano de leche” dormido (ambos habían tenido la misma nodriza siendo bebés) ordena dejarlo descansar. Lavalle se despierta recién al día siguiente y la criada, al volver junto a la lechada, descubre que se había transformado en una pasta marrón claro, la cual, por cierto, fue del agrado de su amo y su gente. Había nacido nuestro dulce de leche.
Esta historia es apropiada para destacar que, más allá de sus pensamientos políticos, muchos de los hacedores de nuestra historia pertenecían a una misma clase social por ser hijos de funcionarios o personajes importantes dentro de la administración española. Compartían los mismos espacios: iglesias, comercios, plazas y tertulias. Ya hemos nombrado la

relación de Lavalle con Dorrego, ahora vemos la que poseía con Rosas. Cada uno de ellos con un total convencimiento interno actuó en consecuencia, aún enfrentándose con aquellos a quienes de una manera u otra los unían lazos en común.
En agosto del 29 firma un nuevo pacto con Rosas –Barracas- nombrando un gobernador conjunto, Viamonte. La situación se tornará insostenible para Lavalle y decide exilarse en Montevideo. Allí se entera del ascenso de Rosas a la gobernación en diciembre, al mismo tiempo que se lo condena por el fusilamiento del gobernador Dorrego. Ahora, desde Colonia apoya a la Liga Unitaria, fundada por el Gral. Paz en las provincias del interior argentino contra Rosas, promoviendo dos fracasadas insurrecciones sobre Entre Ríos.
En 1839, con apoyo de los emigrados unitarios integrantes de la Comisión Argentina, del gobierno “colorado” uruguayo de Rivera y de los franceses –quienes ya estaban bloqueando el puerto de Buenos Aires- invadió Entre Ríos, donde combatió con diversa suerte. Derrotado por Echagüe en Sauce Grande, cruzó el Paraná en embarcaciones francesas y con 1.100 hombres entra en territorio bonaerense convencido de que sus pobladores recibirían con agrado la expedición unitaria y extranjerizante que los liberaría del yugo federal y rosista. Se equivocó.
Es precisamente esta Campaña Libertadora la que nos interesa para, en relación a ella, realizar una somera descripción de la actual

ciudad de Mercedes en 1840.
Desembarcadas en San Pedro el 10 de agosto, donde obtienen un pequeño triunfo militar en El Tala frente a los hombres del general federal Ángel Pacheco, las fuerzas unitarias llegan a Arrecifes cuatro días más tarde. El convencimiento y seguridad de poseer el inmediato apoyo de los habitantes de la campaña bonaerense desaparece a medida que avanza por las distintas poblaciones. En Arrecifes, hubo un único pase federal, el del comandante Borda.
Prosiguiendo hacia la Guardia de Luján, Lavalle divide sus fuerzas: el teniente coronel Vilela lo haría por la Guardia de Areco (hoy Carmen de Areco), yendo el propio Lavalle por San Antonio de Areco. Vilela llega primero a la Guardia, arribando Lavalle el 19 de agosto, instalando en ella su Cuartel General y permaneciendo diez días.
¿Cómo era nuesta localidad en 1840?
Hasta 1865 la ciudad de Mercedes fue llamada Guardia de Luján. Como su nombre lo indica, surge como un fuerte militar a cargo de la Compañía de Blandengues “La Valerosa” en 1752 con la intención, precisamente, de salvaguardar

de los malones indígenas a la capilla, gentes y hacienda de la región de Luján. Dicho fuerte formaba parte de la línea de frontera interior que se extendía, siguiendo la curvatura del río Salado, desde Chascomús hasta la Guardia de la Esquina en el sur santafecino.
En estos primeros años la autoridad será el comandante del fuerte, hasta que en 1812 surge la figura del Alcalde de Hermandad, dependiente del vecino Cabildo de la Villa de Luján (al igual que los pagos de Cañada de la Cruz, Pilar, San Lorenzo de Navarro y San Antonio de Areco) y por lo tanto adquiere categoría de partido.
Gracias al amparo y a la seguridad que brindaba el fuerte fueron asentándose no solamente los propios soldados blandengues (fuerza militar integrada por gente de las provincias, por ejemplo, Santiago del Estero, Córdoba o Paraguay –el cual en aquellos años formaba parte del Virreinato del Río de la Plata-) sino también habitantes bonaerenses e inmigrantes. En 1812, entonces, “… la grave necesidad que hay de un Juez en la banda de afuera de la Guardia Frontera de esta Villa que administre Justicia …”, ya que debido al gran “… número de Gentes, establecimientos, labrantías y crías de ganados …” hay “… continuos robos, excesos, y otros perjuicios …” y ante la falta de un Juez en el lugar, más la distancia que media hasta la Villa de Luján, los habitantes de la zona “… se toman las más ocasiones por propia mano el resarcimiento de los daños …”, por ello se hacía necesario un Alcalde, autoridad civil elegida de entre los vecinos de la Guardia. Previa indagación entre los mismos, es designado Felipe Casas. Más adelante lo acompañarán dos Jueces Comisionados como ayudantes y en 1818, se anexarán los Tenientes Alcaldes (hay muy pocas informaciones sobre sus desempeños).
En el momento de la llegada de Lavalle será otro miembro de la familia Casas quien gobierne ya no como alcalde sino como Juez de Paz (figura que reemplaza a los Alcaldes cuando sean suprimidos los Cabildos por Rivadavia a finales de 1821). Pedro Casas será el juez de la Guardia desde 1838 hasta febrero de 1852, y era, además, primo segundo de Juan Manuel de Rosas por ser hijo de Polonia López de Osornio, prima de la madre del Restaurador.
Es importante destacar que el partido de la Guardia de Luján comprendía en 1840 no sólo el actual partido de Mercedes, sino también San Andrés de Giles, Suipacha y Chivilcoy.
Los datos demográficos más cercanos que poseemos son los aportados por el Censo provincial decretado por el gobierno rosista el 31 de mayo de 1836, realizado tanto en la ciudad como para la campaña bonaerense, en ésta última estuvo a cargo de los distintos Jueces de Paz de la Campaña y sus respectivos Alcaldes de Cuarteles. Entre los datos deberían constar: “la denominación de los Partidos en que residan los empadronados, con expresión igualmente del nombre y apellido de cada uno de los dueños de estancia, chacra o casa…”, establece el decreto.
Según las planillas del mismo el partido de la Guardia de Luján contaría con 3.908 habitantes, pero un nuevo recuento realizado por Amanda Caggiano arrojó los siguientes totales: blancos 3.740, pardos y negros 191, extranjeros 22 y tropa 19. Total general 3.972 habitantes. Es decir, 64 más de los que tradicionalmente se computaban.
El centro ciudadano se encontraba en el asentamiento del viejo fuerte blandengue, para estos años ya totalmente en ruinas, según consta en el plano confeccionado por el agrimensor Pratt y Puig en 1830. En reemplazo del mismo estuvo, años más tarde la casa de justicia y hoy se encuentra el edificio municipal. A su lado se estableció una escuela de varones (la actual Escuela Nº 2 “Gral. San Martín”). Obviamente, siguiendo el heredado modelo español, enfrente a estos edificios se ubica la plaza principal (hoy Plaza San Martín), y en una de sus calles laterales durante el gobierno de Rosas comienza a construirse una capilla (a cargo del arquitecto Felipe Senillosa y terminada en 1848) por ser la Guardia elevada al rango de Parroquia en 1825 tomando siete años más tarde el nombre de Parroquia “Nuestra Señora de las Mercedes”.
La población va ubicándose en dirección Este rodeando al fuerte, extendiéndose más y más. A 600 u 800 metros, por ejemplo, se ubicó un importante punto comercial y mercado: la Plaza de Carretas (la cual en la década de 1870 será loteada surgiendo en sus terrenos la Plaza Rivadavia, Iglesia San Luis y Escuela N° 1 “Víctor Mercante”).
A este poblado llegan las tropas de la Campaña Libertadora de Lavalle, acampando en las afueras, una media legua al norte, mientras que el general lo hará en el pueblo.

La falta de control sobre su gente se evidenció en los desmanes que los soldados unitarios realizaron sobre los vecinos y sus ganados. Así lo atestiguan tanto el Gral. Pacheco, federal, (“no pasan lista a ninguna hora y hacen destrozos en casas, corrales y haciendas…los enemigos han comenzado a cometer desastres”) como el Gral. Tomás de Iriarte, unitario (“en la Guardia de Luján e inmediaciones, empezaron a cometer desórdenes de gravedad, violaciones, robos , etc. Desde allí empezamos a sufrir la consecuencia del más inaudito vandalaje”) .
Juan Camelino, jefe de las fuerzas unitarias en San Pedro le dice a Lavalle: “Lo que pongo en conocimiento de V.E. avisándole al mismo tiempo que he pedido hacienda para el consumo a toda esta población, al Comandante del Baradero la que espero por la isla, pues acá no tengo más que para tres días”.
En opinión del Lic. Tabossi: “La destrucción de haciendas realizada por la expedición libertadora desde su avance de San Pedro se explica por la necesidad de responder Lavalle a sus compromisos con Francia y el gobierno oriental por medio de la exportación de cueros procedentes de las provincias liberadas. Detalles y pormenores callados por cierta historiografía”.
Pero, leyendo la correspondencia enviada por Lavalle desde la Guardia, vemos que sus preocupaciones son fundamentalmente otras dos muy distintas: la falta de armas y de gente. Las armas pensaba obtenerlas de manos de los franceses. Lo segundo vendría de parte de las poblaciones lugareñas. En ambos se vio defraudado.
El mismo día de su llegada a la Guardia -19 de agosto-, escribe una carta a Bouchet de Martigny, cónsul francés en Montevideo, expresándole: “Pensaba marchar mañana a una operación decisiva, pero …se me anuncia la llegada del almirante Baudin con dos o tres mil infantes, cuyo número me persuade que no tiene otro objeto que auxiliar este ejército” por lo que “… no trepido en sacrificar seis, y hasta ocho días, para esperar noticias trasmitidas por Ud. mismo, lo que no dudo sucederá aun antes de este plazo si ella fuese cierta… Rosas tiene cuádruple infantería que yo y doble o triple artillería…”
A continuación esboza un plan para atacar a Rosas conjuntamente con la escuadra francesa. “… es indispensable que ella [la columna francesa] desembarque a más de 10 o 15 leguas de la capital, bien en el Sud o al Norte. Los puertos del Sud inmediatos a la capital, tienen en esta estación el inconveniente de los intransitables bañados, que el ejército tendría que pasar y repasar con gran detrimento de sus caballadas y con gran fatiga de la infantería. Tendría además el inconveniente de descubrirle a Rosas la campaña del Norte comprometida ya. Es preciso, pues preferir los puertos de este último lado. El Rincón de Campana sería un lugar precioso, si los buques grandes pudiesen llegar hasta el mismo puerto, seis leguas adentro del Río Luján, pero ellos tendrían que fondear muy lejos de la embocadura de este río, y desde allí conducir la gente al puerto en lanchas. La distancia que estos tendrían que andar me parece un grave obstáculo, que se puede evitar subiendo los buques grandes hasta la boca de las nueve vueltas y bajar después hasta Zárate, dónde echarían la gente a tierra. De cualquier modo que sea, vuelvo a suplicar a Ud encarecidamente me escriba sobre esto con la mayor prontitud. Hoy he recibido la noticia de la llegada del armamento de Montevideo, que nos hace notable falta, pues hay más de 400 hombres desarmados. Los días que tendré en esperar noticias de esa infantería, los emplearé en hacer conducir el armamento al ejército”.
Pero, al día siguiente en carta a su esposa le confiesa: “Ayer –tarde- reuní todo el ejército en este punto [la Guardia de Luján] con el objeto de marchar hoy sobre la Capital – pero recibí a las 2 de la tarde la correspondencia del 11- en que me avisan la llegada del almirante Baudin con dos o tres mil infantes- esto es digno de perder unos días que aprovecharé en armar cerca de 500 hombres desarmados que tengo-. Mi vida no muestres mis cartas a nadie – a nadie absolutamente y haz de esto u sistema”.
La decisión de no atacar inmediatamente a Rosas ya está tomada. Era demasiada valiosa y necesaria la ayuda francesa como para seguir adelante sin ella. Y así se lo hace saber al propio Martigny en carta fechada el

21 de agosto: “Desde mi desembarco en San Pedro he escrito a Ud. el 14 y el 19. En esta última fecha dije a Ud que había paralizado las operaciones militares por esperar la cooperación de… el señor almirante Baudin, suponiendo que esta fuerza, por su número, no tiene otro objeto que auxiliar el ejército de mi mando. Con cuánta ansia espero noticias que confirmen o falsifiquen aquella noticia! …Entre tanto no estoy ocioso. Voy a operar esta noche una marcha hacia la Guardia del Monte, a ver si puedo disipar una reunión que se practica en aquellas inmediaciones a favor de Rosas, y que parece ya es bastante considerable. Desde San Pedro mandé al Sud hombres a propósito para insurreccionar aquella parte, y aun no tengo noticia alguna.” Agregando en la post-data: “Es una fatalidad la demora que ha tenido el armamento. Aún no ha podido llegar aquí y tengo desarmada la milicia reunida nuevamente”.
En realidad, en lugar de mandar armas, Francia ha enviado al Río de la Plata al almirante Baron de Mackau, con órdenes del ministro Thiers de firmar la paz con la Confederación y terminar así el bloqueo (tratado que tendrá lugar el 29 de octubre de ese año) “sin importarle ‘los auxiliares que hemos encontrado en las riberas del Plata, que no han querido o no han podido cumplir sus promesas; para cuyo éxito han pedido y recibido de nosotros socorros, sin retribuirnos, ni aún en leve proporción, los servicios recibidos’ decían las instrucciones de Mackau. Únicamente, por la ‘naturaleza delicada’ de las relaciones entre el gobierno francés y sus auxiliares, podía ‘ofrecerles su intervención amigable, y salvarlos de la guerra civil provocada por ellos’ “
Pero Lavalle no tiene idea del arribo de Mackau. Por lo tanto, parte con 1000 hombres hacia Monte dejando en la Guardia de Luján a Vilela. Al llegar a Navarro se detiene. Se encuentra en aquella localidad dónde doce años antes fusilara al gobernador Dorrego y se aloja en la misma estancia que en 1828. ¿Lo perseguiría su fantasma? Pareciera que sí. Permaneció inactivo y cavilante cinco días, sin avanzar, aún cuando sabe que en Monte hay más de treinta carretas con armas listas para ser enviadas a Rosas, pertrechos que a él le hacen tanta falta. La paisanada, por su lado, no lo apoya ni se le une, nadie lo ve como el libertador de la tiranía. Por lo menos no en esta parte del país, si bien Lavalle está convencido de que no en todas partes es así: “He interceptado una porción de comunicaciones del Interior, que prueban bien, que la opinión favorece allí la causa de la libertad…” le expresa a Lamadrid.
El 27 regresa a la Guardia y decide avanzar hacia la Villa de Luján –aproximadamente a 30 km de Bs. As., para finalmente atacar a Rosas en Santos Lugares. El día, 29, a la entrada de Luján, se da cuenta que la ayuda francesa jamás llegará y le manifiesta a su esposa: “…Que daño inmenso nos ha hecho la ligereza con que me comunicaron … la noticia de la próxima llegada de dos o tres mil infantes! Ahora supongo que todo eso es una falsedad…”.
El 2 de septiembre llega al arroyo de la Choza y el 5 está en Merlo, a escasas seis leguas de Buenos Aires. Pero tampoco aquí consigue apoyo popular. Permanece el Ejercito Libertador dos días inactivo observando y finalmente pega la vuelta regresando hacia Luján. Ante el asombro y la decepción de los unitarios en Montevideo, Lavalle inicia su retirada que lo llevará hasta su muerte al año siguiente.
Él sabe que se encuentra solo: Oribe y López ya han pasado Arroyo del Medio, es hostilizado continuamente por los federales en el sur y el oeste, constantemente existen deserciones entre sus tropas y no posee apoyo de las poblaciones de la campaña, además, los refuerzos franceses no llegarán y él tiene la seguridad de que Rosas ha logrado reunir una fuerza de 18000 hombres. Demasiados factores en contra. Lo más conveniente es volver sobre sus pasos y marchar sobre López. “La falta de pastos hace imposible la permanencia del Ejército en las inmediaciones de la Capital, y esta circunstancia y la de haber avanzado López a San Pedro han decidido al General en Jefe a marchar sobre aquel caudillo, con el objeto de librar al Norte de una invasión devastadora, y de franquear la comunicación con las Provincias amigas del Interior…” explica Félix Frías a Ramón Iglesias, comandante de San Antonio de Areco, agregando a renglón siguiente: “Comunico a Ud. esta determinación a fin de que se retire Ud. con la fuerza a su mando, armas, municiones, caballadas y todos los artículos de guerra, que se encuentren en ese Partido, al pueblo de San Pedro; debiendo prevenir Ud. de esta determinación a los Patriotas de este pueblo, que se crean comprometidos y quieran librarse de la ferocidad del tirano, cuya situación será desesperada luego que el Ejército Libertador vuelva sobre él”.
Similares consideraciones envía Lavalle al Comandante de la Villa de Luján: “No pudiendo el Ejército (defender) ese pueblo, lo prevengo a Ud. para que en caso de que los vecinos, que allí existen, no basten a su defensa, se retire Ud., el Juez de Paz, y todos los patriotas comprometidos a San Antonio de Areco, llevando las dos piezas de artillería, que quedaron ahí, y todas las armas y artículos de guerra que se encuentren en ese Partido”.
Desde Cañada de Arias, el 7 de septiembre, escribe una nota al Comandante Militar de la Guardia de Luján, Felipe Soto, dónde le comunica el ya mencionado problema de pasturas y su decisión de perseguir a López “…a fin de que reúna toda su gente y caballada, y marche con ellas unido a la columna del Coronel Vilela [a Arrecifes], previniendo a todos los Patriotas comprometidos a fin de que se retiren a aquel punto para librarse de la ferocidad de Rosas, que se sacrificará a cuantos se hayan pronunciado a favor de la causa de la Libertad”.
Estando ya en Giles y viendo que la situación no mejora se sincera con su esposa diciéndole: “Esta carta te va a hacer derramar lágrimas. Después de las esperanzas que inspiró la derrota de Pacheco, no he encontrado más allá sino hordas de esclavos envilecidos como cobardes y muy contentos con sus cadenas…He estado 48 horas a tres leguas de él [de Rosas] y ni aún se ha atrevido a escaramucear…Es preciso que sepas, mi

adorada, que la situación de este Ejército es muy crítica. En medio de territorios sublevados o indiferentes, sin base sin punto de apoyo, la moral empieza a resentirse y es el enemigo que más tengo que combatir”.
“Pero tú no concibas nuevas esperanzas- le dice un mes más tarde estando ya en San Pedro – porque el hecho es que los triunfos de este ejército no hacen conquistas sino entre la gente que habla; la que no habla y pelea nos es contraria y nos hostiliza como puede. Este es el secreto, origen de tantas y tan engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce como yo.”
Continúa diciéndole cuanto anhela volver a verla y a sus hijos lo cual será una realidad dado que “…en estas tierras de m— no hay quien me mate, gracias al terror que inspiramos… En medio de países contrarios, con un ejército muy debilitado en su número y que carece de todo, pues pisa un país en que apenas hay pasto, abandonado por los franceses y hostilizado o traicionado por el odio ciego a la insensatez de mis otros aliados, te figurarás que hago un prodigio con solo mantenerme…”.
Observemos que Lavalle hace una distinción entre “la gente que habla” y “la gente que no habla y pelea”. Los primeros son los unitarios, los “doctores”, aquellos que lo dirigen en su campaña desde Montevideo pero que no pelean a su lado. Los segundos, los federales, la gente del pueblo, el común, que sin pomposas palabras defiende sus ideas hasta la última gota de sangre.
Concretamente, ¿cuál fue el recibimiento que tuvo el Ejército Libertador en la Guardia de Luján? Hemos destacado que desde 1838 al 52 fue Juez de Paz Pedro Casas, familiar de Rosas por lo cual se evidencia el profundo federalismo de la población.
Ricardo Tabossi es quien más se ha dedicado a estudiar el federalismo mercedino, y son sus palabras -que compartimos por supuesto,-: “de los treinta y uno distritos que conformaban las veintiuna secciones electorales en que estaba organizado el territorio de la provincia en 1830, la Guardia fue registrada como el pueblo con mayor número de ‘individuos federales que existen en los partidos de la campaña’. Hay que aclarar que estas listas ‘federales’ sólo incluyen a los propietarios, los que por su valimiento social podían desempeñar cargos y comisiones, y no a los pobres, a los gauchos, por ser muy conocida en general su opinión por la Santa Federación.”
“Durante la encrucijada de 1839-40 … las autoridades y vecinos del pueblo manifestaron unánime y generalizada expresión de adhesión al régimen, censurando la alianza de los ‘desnaturalizados impíos unitarios’, consintiendo en ‘derramar la última gota de sangre antes de ver humillado nuestro suelo a tan baja y despreciable nación [Francia]’…”
Cuando Rosas sea reelegido como gobernador en el año 40: “…más de seis mil firmas en la ciudad y nueve mil en la campaña, correspondiéndole a la Guardia de Luján cuatrocientos sesenta, que fueron elevadas a la Sala de Representantes el 7 de marzo. Sólo una vez se superó ese guarismo en el pueblo. Fue en 1835, cuando ochocientos ochenta y cinco ciudadanos manifestaron su conformidad con la ley que otorgó a Rosas la suma del poder público”. Recordemos que en el 36 la Guardia poseía casi 4000 habitantes.
Consecuentemente, los unitarios no obtuvieron el apoyo esperado. Así lo manifestaba Pedro Lacasa, ayudante de campo de Lavalle: “El ejército libertador había encontrado alguna simpatías en los distritos de San Pedro, Arrecifes y Areco; pero éstas enteramente terminaron cuando llegamos a la altura del río Luján…Téngase presente que las fuerzas dispersas en los varios encuentros tenidos desde el desembarque, buscaban la incorporación de Rozas replegándose sobre Santos Lugares, sin que uno solo de los disperso viniese a engrosar las filas libertadoras”.
Literaria y musicalmente, la Campaña Libertadora de Lavalle y su posterior muerte en 1841 fueron plasmadas en una obra escrita por Ernesto Sábato, con música de Eduardo Falú titulada “Romance de la muerte de Lavalle”. En una oportunidad, le preguntaron a Sábato por qué había elegido a Lavalle como el protagonista de su Romance, terminaremos entonces estos párrafos con sus palabras:
“- No por motivos políticos, simplemente porque fue un héroe que peleó en más de cien combates por la libertad de América, y porque reconoció sus errores en su período final. Desembarcó en Buenos Aires para combatir a los federales, pero lo acosó finalmente el recuerdo del fusilamiento de Dorrego. … Cuando desembarcó en la Argentina se fue acercando al lugar donde había ordenado el fusilamiento de su camarada, y pasó en un rancho una noche de desvelo, caminando de arriba abajo, como lo confirman sus compañeros. Ya a la mañana siguiente da orden de montar y, lejos de atacar a Buenos Aires como se proponía, inició una loca retirada hacia el norte del país, donde encontraría la muerte. Su remordimiento lo considero sagrado. Y me inclino hacia un hombre al que San Martín llamó “El mejor espada en la liberación de América”. Creo que el que haya escuchado ese romance comprenderá que no es un elogio de sus ideas políticas, sino de su heroísmo. Siempre admiré a los héroes. Sin ellos y sin mártires y santos la humanidad sería una porquería. Historiadores como José María Rosa y Ernesto Palacio, ambos rosistas, me felicitaron por ese romance que proviene de la novela Sobre héroes y tumbas. Ya ve que no fue mero partidismo”.