AVELINO DIAZ

Nació en Buenos Aires, en el año 1800. Fue hijo del teniente coronel Fernando Díaz y de María de los Dolores Salgado, casada en segundas nupcias. Con vocación al estudio de las matemáticas, a los 16 años, asistió a la Academia del Estado, fundada por el cuerpo consular, siendo discípulo de Manuel de Herrera, José Lanz y Felipe Senillosa.

Fue profesor de filosofía en el Colegio de la Unión, y en 1820, colaboró en la redacción del periódico “La Estrella del Sur”.

En 1821, obtuvo por concurso la cátedra de físico-matemáticas en el Departamento de Estudios Preparatorios de la Universidad de Buenos Aires. De acuerdo a su enseñanza, inspirada en Condillac y Suzzanne (1), preparó y publicó en 1824, unas Lecciones elementales de Algebra, editadas en 1824, y Elementos de Geometría, aparecidos en 1830. Al frente de estas lecciones se lee el siguiente epígrafe: “La observación y el cálculo son los dos medios dados al hombre para conocer la naturaleza”.

Su curso comenzó a dictarlo el 1º de marzo de 1824, aun cuando no existe constancia de su nombramiento. Después de haber quedado vacante la cátedra de Geometría descriptiva, fue nombrado para dictarla en 1829.

Fue miembro de la Sociedad de Ciencias Físico-Matemáticas de la que formaban parte también dos matemáticos extranjeros residentes en Buenos Aires, los doctores Lozier y Guillermo Lacour. Esta sociedad le encomendó junto con Vicente López, un informe sobre el Programa de Felipe Senillosa, con obligación de extender por escrito el juicio que formasen sobre dicho trabajo, el que fue hecho en poco tiempo y de una manera satisfactoria. Los autores del informe, consideran al Programa ante todo, como el molde en el cual se deberían vaciar en adelante todas las obras elementales que se escribiesen en el país para difundir las ciencias. “Este curso –dicen- presenta un gran modelo, que si se generaliza en los demás, la educación pública del país habrá llegado a perfeccionarse dentro de poco; esto es, conseguiremos que los alumnos salgan de las aulas con sus facultades tan bien desenvueltas, que no solo estarán a su alcance los conocimientos ya adquiridos por los sabios, sino que también se pondrán en estado de descubrir y adelantar las ciencias”.

El plan de Felipe Senillosa adoptado de lleno por su discípulo y generalizado más por éste, dio por resultado en gran parte el curso de ciencias físico-matemáticas que honra la memoria de Avelino Díaz.

Perteneció a la Comisión Topográfica, creada en 1824, para velar por la estabilidad de la propiedad rural, y luego en 1826, fue segundo ingeniero del Departamento General de Topografía y Estadística, continuadora de la anterior, con formas más amplias. Fue presidente de dicho Departamento Topográfico, nombrado por decreto del 8 de marzo de 1830.

En la Universidad tuvo como alumnos a Juan María Gutiérrez, Diego Alcorta y Vicente F. López, entre otros. El primero, gran admirador de Díaz, hizo reimprimir por cuenta de la Universidad, en 1864, una segunda edición de sus libros, declarándolos textos oficiales.

Avelino Díaz también resultó electo diputado a varias legislaturas.

En 1829, con su salud bastante delicada, se vio obligado a trasladarse al Río Negro, en la Banda Oriental, con el objeto de detener la afección pulmonar que lo había atacado seriamente.

Falleció en la estancia de “Las Mulas”, cerca de Chascomús (Pcia. de Buenos Aires), el 1º de junio de 1831. En cuanto llegó á Buenos Aires la fatal noticia, se empeñaron los discípulos y amigos del ilustre difunto para que se trasladase su cadáver a esta ciudad para tributarle las honras debidas, y a las 4 de la tarde del 20 de aquel mismo mes se reunió una numerosa y escogida comitiva en la iglesia de la parroquia de Monserrat en que estaba convocada su familia. A sus restos se le dieron sepultura en el Cementerio de la Recoleta con grandes honores. Lo despidieron con sentidas palabras, José Arenales, Felipe Senillosa y Vicente López y Planes. Fue el primer graduado criollo que se dedicara por completo a las ciencias.

Según Gutiérrez, era de poca estatura, de formas delicadas y bien proporcionado cuerpo. Su cabeza sobresalía, tenía cabello castaño con reflejos de rubio, las cejas delgadas y casi juntas formaban sobre sus ojos azulados curvas perfectas que casi se tocaban en la raíz de la nariz, perfilada y recta. Su boca era pequeña con hoyos en los extremos, recogida hacia el centro. Su barba era regular, el cuello delgado, pero no muy largo. De semblante por lo común alegre y afable, sonreía con frecuencia, pero rara vez reía.

Fue hermano de Vicente Ramón Díaz Salgado, compilador de La Lira Argentina (obra de cantos patrióticos editada por Francisco de Paula Almeyra), y hermanastro del político Matías Patrón,

Un cuadro al óleo suyo, existe en la rica pinacoteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, mandado colocar por el Rector, doctor Juan M. Gutiérrez. Una calle de la ciudad lleva su nombre.

Dice J. M. Gutiérrez: “La fama de Avelino Díaz, como matemático, es una de las más merecidas: y no trepidamos en asegurar, que si hubiese tenido otro teatro y vida más larga, habría figurado entre los primeros geómetras del mundo. Ahí están sus obras elementales para confirmar nuestra aseveración”.