A 200 años de la Declaración de nuestra Independencia
por Norberto Jorge Chiviló
Los procesos y hechos históricos, en nuestro caso la declaración de la independencia, ocurrido el 9 de julio de 1816 y próximo a cumplirse los 200 años, no fue algo aislado o fortuito que se dio porque sí. Llevó un largo período de tiempo en el que se fueron sucediendo muchos acontecimientos que movieron a la clase política y militar de aquél entonces a decidirse a proclamarla, aún después de muchas vacilaciones. Para comprender este proceso no debemos perder de vista que los habitantes del entonces Virreinato del Río de la Plata creado en 1776 por Carlos III y cuya capital era Buenos Aires que comprendía una extensión aproximada a los cinco millones de kilómetros cuadrados y abarcaba lo que ahora son las repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de las de Chile y Brasil, siendo su capital el puerto de Buenos Aires, estaba habitado por indígenas, quienes vivían en estado semi salvaje y por población de origen europeo, ya sean procedentes de España o hijos de estos nacidos en este nuevo continente, a quienes se los llamaba criollos o españoles americanos, además de los mestizos. Todos estos últimos americanos, ya sean criollos o mestizos- se consideraban legítimamente españoles, y se sentían como tales, si bien los nacidos en España tenían algunos privilegios. Para todos ellos su patria era España y su rey era el rey de España y así se sentían sus vasallos. Los enemigos de España y de su rey, eran también sus enemigos. No fue fácil para ellos en constituirse en una nueva nación y desvincularse totalmente de su madre patria, con una religión elemento muy importante en aquellos momentos- en común y con muchísimas costumbres que compartían. Vemos así por ejemplo, que durante las dos invasiones inglesas a la capital de Virreinato (1806-1807), los que lucharon contra los invasores lo hicieron por España, su rey y su religión. Aclarado esto, veamos los antecedentes que llevaron a esa magna declaración de independencia.
De la reconquista a la revolución
Los sucesos que se produjeron en Europa después de los primeros años de la década del siglo XIX, tuvieron importante repercusión en el Río de la Plata. La guerra de Inglaterra contra la Francia napoleónica y su aliada España, dieron origen a las dos invasiones británicas al Río de la Plata en 1806 y 1807. La victoria que en ambas oportunidades obtuvieron los habitantes de estas tierras (españoles todos ya sean europeos y americanos o criollos) sobre los invasores, fue el origen de la creación y organización de fuerzas militares criollas (Patricios, Húsares, Castas, Migueletes y otros), decisivas en los decisivas en los sucesos de enero de1809 y mayo de 1810.
La resistencia ofrecida por todos los vecinos de Buenos Aires, que se unieron para vencer al aguerrido invasor, sin distingos de condición social, sexo, ni edad, logrando la victoria sin ayuda de nadie, les dio real conciencia de su poder y fuerza.
La marcha precipitada del virrey Sobremonte en 1806 -ante la llegada de los ingleses a las puertas de la ciudad de Buenos Aires-, para dirigirse a Córdoba a fin de poner a salvo los caudales reales y desde allí reorganizar las fuerzas de defensa, fue tomado por los porteños como una cobarde huída y abandono de sus habitantes y así lo consideró también la historia. La disposición que fue tomada en el Cabildo
Abierto del 14 de agosto de 1806 -a dos días de la Reconquista de la ciudad- juzgando la conducta de Sobremonte y separándolo del mando político y militar, fue un acto “revolucionario”, pues un funcionario nombrado por el rey era separado por sus súbditos, lo que nunca antes había sucedido.
Los jefes y oficiales ingleses tomados prisioneros, promovieron ideas independentistas y de libre cambio entre algunos criollos. Ello tenía una razón de ser, pues con la promoción de la independencia de estos territorios se produciría el debilitamiento de la enemiga España y a su vez facilitaba el librecambio de mercaderías entre Inglaterra -gran potencia industrial- y las nuevas naciones independientes, ávidas de esos nuevos productos. Entre mayo y julio de 1807, la Banda Oriental también había sido ocupada por los invasores y desde Montevideo editaban el periódico bilingüe The Southern Star-La Estrella del Sur .
En ese medio, en el cual colaboraban algunos criollos, también se divulgaban aquellas ideas, por lo cual la Real Audiencia de Buenos Aires prohibió su introducción, la difusión y su lectura en la ciudad y penalizó con graves sanciones a quienes pudieran tener en su poder ejemplares no autorizados, no obstante lo cual algunos criollos violaban la prohibición y los ejemplares entraban de contrabando, diseminándose así las ideas independentistas. Con la invasión napoleónica a la península ibérica en mayo de 1808, se produjo el levantamiento del pueblo madrileño y el inicio de lo que se llama la “Guerra de la independencia española”. Ello motivó el cambio de alianzas, ya que España, de ser enemiga de Inglaterra, pasó a ser su aliada, ahora en su lucha contra los franceses.
El avance arrollador de las tropas francesas en territorio español, junto al desprestigio de su Casa real y la prisión -en manos de los franceses- del entonces rey Carlos IV y de su hijo Fernando, llamado “El deseado” y futuro Fernando VII, presagiaba la derrota total de España. Con el objeto de organizar, coordinar y liderar la resistencia
contra las fuerzas napoleónicas se formaron en distintas ciudades y localidades españolas, diversas Juntas locales. La asonada promovida en Buenos Aires el 1° de enero de 1809 por el partido españolista y fuerzas militares formadas principalmente por españoles europeos (Vizcaínos, Catalanes y Gallegos), liderada por Martín de Álzaga, tenía por objeto la destitución del héroe de la Reconquista, el ahora virrey interino (confirmado desde mayo de 1808) Santiago de Liniers, de gran prestigio en Buenos Aires, que por su nacionalidad francesa, despertaba recelo
entre los españoles europeos pues creían que podría tener contacto con Napoleón y entregar estos territorios a la influencia francesa.
También estaba entre los planes de los amotinados la creación de una Junta de Gobierno -como como las que existían en España- con mayoría de miembros de españoles peninsulares y algunos criollos como Mariano Moreno. El motín finalmente fracasó por la actitud decidida de Cornelio Saavedra, acompañado por los cuerpos militares formados por criollos, restituyéndose a Liniers en su cargo y
y disponiéndose asimismo la disolución de los cuerpos militares amotinados. Ello tendrá importancia pues a partir de entonces habrá una supremacía de las milicias criollas que se hará sentir y será fundamental y decisivo en los sucesos de mayo de año siguiente. El 25 de mayo de 1809 se produjo en Chuquisaca un movimiento insurreccional independentista y otro el 16 de junio en La Paz ambos del Alto Perú- pero que fueron derrotados por tropas enviadas desde Buenos Aires y el Perú. El detonante que en el Río de la Plata, produjo que se dispusiera la cesación en el cargo del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien había sido designado por la Junta Suprema Central de Sevilla y arribado a la ciudad en junio de 1809, fue la llegada a mediados de mayo de 1810, de dos navíos de guerra ingleses, uno a Buenos Aires y el otro a Montevideo, con periódicos de la península e ingleses, de fines de enero y de febrero que daban cuenta de la caída en poder de los franceses de la ciudad de Sevilla y la disolución de la Junta; que casi todo el territorio español ya había sido tomado y que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León en Cádiz, al amparo de la armada inglesa. Aquí en Buenos Aires y a esta fecha mediados de mayo- y a tenor de aquellas noticias se estimó que la derrota y ocupación de España ya era un hecho consumado y se temió que estas tierras cayeran también bajo dominio francés y así en el Cabildo Abierto que se celebró el 22 de mayo, la mayoría de los vecinos asistentes votaron por la cesación en el mando del Virrey Cisneros, por no existir ya en España, la autoridad que lo había nombrado y se dispuso también la elección de una Junta gubernativa. En la decisión tomada por los vecinos, tuvo mucho que ver la actuación de las milicias criollas, especialmente el cuerpo de Patricios al mando de Saavedra, quienes ocuparon la plaza de la Victoria y controlaron que quienes asistieran al Cabildo Abierto, fueran los vecinos invitados y en muchísimos casos impidieron la entrada a quienes -no obstante haber sido invitados a participar- fueron considerarlos partidarios del virrey. En la plaza, hubo ostentación de fuerzas militares armadas, con el objeto de intimidar y mostrar fuerza, luciendo sus integrantes cintas blancas en sus pechos para identificarse y un gran retrato de Fernando VII, reclamando la suspensión del Virrey e imponiendo la lista de integrantes de la futura Junta, presididos por Cornelio Saavedra.
La nueva Junta Gubernativa, elegida el día 25, que reemplazó a Cisneros en el mando, denominada “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII” y que la historia llama “Primera Junta”, fue presidida por Saavedra, militar prestigioso quien contaba con el apoyo de todas las fuerzas militares. Sus miembros -su presidente, los dos secretarios y sus seis vocales, ese mismo día por la tarde, juraron frente a la Biblia, comprometiéndose a conservar “íntegra esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII y a sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del reino”. La revolución del 25 de mayo, no tuvo por objeto romper los vínculos con España y lograr la independencia, sino mantener estos territorios a resguardo y para que no cayeran en manos francesas, los que serían restituidos a la autoridad real una vez que el monarca recobrara su libertad. Sí se quiso conquistar mayor autonomía, creyendo que una vez que “nuestro amado” Fernando VII -como así se lo llamaba en Buenos Aires al rey cautivo- hubiera sido repuesto en el trono, en reconocimiento a la lealtad de sus vasallos americanos, les concedería mayores libertades, estableciéndose así con la Metrópoli mejores vínculos.
De la revolución a la Independencia
Desde el punto de vista político, el período comprendido entre 1810 y 1816, fue de inestabilidad, con un ejecutivo que fue variando de la Primera Junta, de nueve miembros, ampliándose su número a partir de la incorporación de los representantes de los pueblos del interior, conformándose así la llamada Junta Grande que se hizo inoperante por su alto número de integrantes, reemplazada en setiembre de 1811 por un órgano que si bien también fue colegiado, se redujo a tres miembros, llamado el Triunvirato, para pasar en enero de 1814 a un ejecutivo unipersonal, con el título de Director Supremo. En esos años, hubo enfrentamientos entre los ejércitos enviados por Buenos Aires a las provincias del Alto Perú, Banda Oriental y Paraguay, por fuerzas que se les opusieron porque no reconocían como legítimas y con derecho a gobernar el virreinato a las autoridades residentes en Buenos Aires. Debemos decir que ambas fuerzas luchaban en nombre de un mismo rey y bajo su misma bandera y conformada ambas por españoles europeos y criollos, siendo en realidad una guerra civil. Un atisbo de independencia se dio con motivo de la Asamblea del año XIII, que convocada por el segundo Triunvirato, comenzó a sesionar el 30 de enero de 1813, ya que tenía dos claros objetivos: Declarar la independencia y dictar una Constitución. Sus miembros no reconocieron poder superior al suyo y por primera vez tampoco se juró fidelidad a Fernando VII. Los problemas que tenía el ejército patrio para imponerse en el Alto Perú con las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma infligidas por las fuerzas realistas, unido esto a que en Europa, con la derrota de Napoleón en 1814 se produjo el ciclo de las restauraciones monárquicas que significó el regreso al trono de las antiguas Casas reinantes, cuyos poderes habían sido usurpados por el Emperador ahora en desgracia. Así, en España, Fernando VII de regreso del exilio, derogó la Constitución liberal de Cádiz y se convirtió en un monarca absoluto, cuya intención fue recuperar de cualquier forma y por la fuerza todos los territorios americanos que se habían insurreccionado contra el poder español. Ello causó también cierto temor en esta parte de América, por las expediciones que pudieran despacharse desde la Metrópoli, para intentar la recuperación de estas tierras. Todo ello también influyó en el ánimo de los diputados a la Asamblea, quienes no se se animaron a declarar una independencia que se presentaba difícil de defender y por ello no cumplió con ninguno de los dos objetivos propuestos, si bien por otro lado tomó algunas decisiones importantes como ser la libertad de vientres, la supresión de elementos de tortura, de títulos nobiliarios y del mayorazgo, la declaración como fecha patria el 25 de mayo, la adopción de una canción patriótica -himno nacional-, la acuñación de nueva moneda y otras que eran muestra de un espíritu independentista. A fines de 1815 y principios del año siguiente, desde el punto de vista político y militar se presentó muy difícil para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Debemos decir que en aquél tiempo, la reacción realista triunfaba en todos lados desde Méjico al norte, hasta Chile al sur, (ver artículo de Guillermo M. Masciotra en esta misma edición), solo se mantenían en libertad las Provincias Unidas -con excepción del Alto Perú-, la Liga Federal y el Paraguay. Pero tampoco la revolución originada en Buenos Aires en Mayo de 1810 -salvo el caso de la Banda Oriental- no solo no pudo extenderse fuera de sus fronteras, sino siquiera pudo abarcar todo el territorio de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata.
En el norte, la tercera expedición al Alto Perú, al mando de Rondeau, enviada una vez más, con el objetivo de recuperar las provincias altoperuanas y derrotar a las fuerzas realistas que permitiera la llegada al corazón del Virreinato de Perú, fue un fracaso. Después de la derrota de las tropas patriotas en Sipe-Sipe a fines de noviembre de 1815, el ejército para salvar lo que quedaba del mismo y evitar una derrota total, se retiró hacia Tucumán, quedando la defensa de Salta a cargo de las fuerzas irregulares de Güemes. En el oeste, Chile estaba dominada otra vez por los realistas como consecuencia de su victoria en la batalla de Rancagua, hecho acaecido el 1 y 2 de octubre de 1814, que había producido la derrota total de la revolución chilena poniendo fin a la llamada Patria Vieja y el comienzo de un nuevo período histórico denominado la Reconquista, por lo cual los líderes de la emancipación chilena debieron exiliarse, dirigiéndose la mayoría de ellos a las Provincias Unidas. En el nordeste, el Paraguay, se había considerado independiente en 1811, no solo de España, sino también de Buenos Aires, viviendo a partir de entonces en un estado total de aislamiento, con respecto a sus ex provincias hermanas. En el este, existía siempre la latente y posible amenaza portuguesa. En las provincias Unidas, la situación interna también era muy compleja, por las peleas y enfrentamiento entre provincias, entre caudillos -con ideas federales- y gobiernos directoriales -con ideas unitarias -, provincias que se alzaban contra el gobierno centralista de Buenos Aires, como la Liga Federal o Liga de los Pueblos Libres integrada por las provincias que estaban bajo la influencia de José Gervasio Artigas: Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba, en lucha contra el poder directorial.
El país se encontraba prácticamente en un estado casi de anarquía. Pero tampoco todo era negativo, ya que en Cuyo su gobernador intendente, José de San Martín, lograba reforzar las defensas y se encontraba abocado a la conformación de un ejército que según su estrategia, debía proceder al cruce de los Andes, derrotar a los realistas de Chile y desde allí, por mar, llegar a Lima para vencerlos en su propio bastión, evitando el paso por el Alto Perú, que tantos sinsabores habían dado a los ejércitos patrios que así intentaron hacerlo. Tampoco los realistas podían contar ya con la plaza fuerte de Montevideo, que a mediados de junio de 1814 había caído en poder de las fuerzas criollas. La pérdida de ese bastión realista, hizo variar el destino de la poderosa expedición Morillo enviada desde España, que tenía como destino primitivo ese puerto del Plata, pero que por aquel acontecimiento se desviará y recalará en Venezuela, dando por tierra con la independencia de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, restableciendo el virreinato. También en octubre de 1815, Guillermo Brown al mando de la fragata Hércules, junto a los bergantines Halcón y Trinidad y la goleta Constitución, inició una guerra de corso en el Pacífico contra navíos españoles y de hostigamiento contra baluartes realistas sobre las costas de ese océano, llevando y expandiendo las banderas revolucionarias y creando la zozobra en todo el litoral marítimo bajo dominio realista. En el norte, Martín Güemes caudillo indiscutido de Salta, con su guerra gaucha y al frente de sus “Infernales”, mantenía la resistencia e impedía el avance de los realistas. En 1815, siendo Director Supremo interino Ignacio Álvarez Thomas, la Junta de Observación dictó el 5 de mayo, el E s t a t u t o p r o v i s i o n a l p a r a D ir e c c i ó n y administración del Estado, llamado más comúnmente Estatuto provisional de 1815, reglamentando el funcionamiento de los tres poderes del Estado, para regir en el territorio del antiguo Virreinato del Río de la Plata, hasta que se reuniera un Congreso General. Si bien la mayoría de las provincias lo rechazó, por no haberse contemplado sus opiniones, quedó en pie la convocatoria a un Congreso General a realizarse en la ciudad de San Miguel de Tucumán, para dictar una constitución y organizar el país y al cual todas las provincias debían enviar sus representantes. Álvarez Thomas, a su vez trató de “solucionar” los problemas con Artigas y para ello envió dos representantes que entrevistaran al caudillo oriental, a quien ofrecieron el reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental, mediante la firma de un Tratado de paz y amistad, lo que representaba la secesión de esa provincia argentina, propuesta que Artigas dignamente rechazó. En junio se reunió en la villa de Concepción del Uruguay, también conocida como Arroyo de la China -que era la capital de Entre Ríos-, el denominado Congreso de Oriente, llamado también Congreso de los Pueblos Libres o Congreso del arroyo de la China, presidido por Artigas -ferviente defensor de la declaración de la independencia- y con participación de diputados de cinco de las seis provincias que conformaban la Liga de los Pueblos Libres o Liga federal: Banda Oriental -excepción de Montevideo-, Entre Ríos,
Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba, pues los de Misiones no llegaron a tiempo para incorporarse. El Congreso sesionó en dos oportunidades, en su apertura el 29 de junio y en la sesión de clausura del 12 de agosto. Según algunos autores, el Congreso fue convocado por Artigas para tratar el envío de cuatro delegados a Buenos Aires, para llegar a un arreglo ante la eventualidad de la arribada de una expedición naval española -lo que se creía muy posible-; según otros historiadores en esa primera sesión inaugural se declaró la independencia nacional, lo que no había cumplido la Asamblea del año XIII. Pero las actas de ese Congreso -en caso de haber existido-, nunca aparecieron o se perdieron, por lo que en realidad nadie puede asegurar a ciencia cierta lo que se trató en esas sesiones. A fines de 1815 y principios de 1816, los diputados van llegando a la ciudad de Tucumán a caballo o en galeras, muchos de los cuales eran egresados de las universidades de Charcas, Córdoba y Santiago de Chile. Los civiles se alojaron en casas de familia y los religiosos lo hicieron en los conventos de la ciudad.
Ante la falta de edificios oficiales aptos para sesionar, ya que el Cabildo se encontraba en malas condiciones edilicias, se eligió la casa de doña Francisca Bazán de Laguna, a la cual se le hicieron algunas reformas y era la más adecuada para ser la sede del Congreso. Con la excepción de Córdoba, la otras cinco provincias de la Liga Federal -que prácticamente se encontraban en guerra con el gobierno central-, no enviaron diputados al Congreso, que se formó con los 4 enviados de aquella provincia mediterránea junto a los de 7 de Buenos Aires, 2 de Catamarca, 3 de Charcas, 2 de Chichas, 1 de Jujuy, 1 de La Rioja, 2 de Mendoza, 1 de Mizque, 3 de Salta, 2 de San Juan, 1 de San Luis, 2 de Santiago del Estero y 2 de Tucumán. Con excepción de las de Charcas, Chichas y Mizque las demás provincias del Alto Perú, no enviaron representantes por estar ocupadas por los realistas. El Paraguay que prácticamente y de hecho era un territorio independiente, tampoco lo hizo (en 1813 un Congreso Nacional celebrado en Asunción había cambiado el nombre de Provincia del Paraguay, por el de República del Paraguay). Dieciocho de los congresales eran abogados, había nueve sacerdotes y dos frailes y otros cuatro que eran militares. Por fin el domingo 24 de marzo de 1816, inició sus actividades el Congreso. “Al amanecer de ese día varios cañonazos despiertan a la población.
A las 9 de la mañana, 21 diputados de varias provincias se reúnen para elegir las autoridades y prestar el juramento de práctica. La presidencia recae en Pedro Medrano representante de Buenos Aires, y José María Serrano, representante de Charcas, es designado secretario. Luego pasan a la iglesia de San Francisco para oír misa, y al día siguiente se oficia el Tedéum. Durante cinco días consecutivos el pueblo de Tucumán festeja la instalación del Congreso que, según El Redactor, representa ‘el único asilo que nos queda’. El mismo periódico destaca la importancia de esta reunión inicial de los diputados ‘que al fin darán la grande obra de una Constitución sabia y política que será la base del colosal edificio de un Estado libre e independiente’ “. Las primeras decisiones del Congreso tuvieron que ver con el reglamento y políticas internas. El presidente duraría un mes y sería rotativo, y estaría secundado por dos secretarios.
Muchos de los diputados dudaban en declarar la independencia, mientras que San Martín apuraba esa decisión, así en carta que envió el 12 de abril de 1816 al diputado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, le decía: “¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia ¿No le parece a Usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo, por otra parte? ¿Qué relación podremos emprender si estamos a pupilo? ¿Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos… Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Vamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito”. El 3 de mayo, el Congreso designó Director Supremo al general Juan Martín de Pueyrredón, quien participaba como diputado por San Luis. En la reunión secreta del 6 de julio, concurrió el general Manuel Belgrano, quien durante dos años había sido embajador de las Provincias Unidas en Europa, aconsejando se declarara inmediatamente la independencia y se adoptara un gobierno monárquico constitucional y como se pensaba incorporar el Perú a dicha monarquía opinaba también que la capital del reino debía estar en Cuzco, nombrándose como rey a un descendiente del Inca. Tengamos en cuenta que en esa época la idea de la instauración de una monarquía en América estaba en la mente de muchos patriotas, pues ese sistema es el que más se imponía (por los sucesos que ocurrían en Europa) en aquellos momentos. El día 8 en reunión privada, los diputados acordaron declarar solemnemente la independencia y así se estableció en el orden del día siguiente, insertándose el pertinente proyecto.
Al fin, el 9 de julio, por la mañana, en una sesión solemne, presidida por el diputado por San Juan, Francisco Narciso Laprida, el secretario Juan José Paso, leyó a los presentes la pertinente proposición y les preguntó si querían “que las Provincias de la Unión sean una nación libre e independiente de los Reyes de España y su metrópoli” y puestos de pié los 29 diputados presentes, la aprobaron por aclamación general y luego, uno a uno, ratificaron el sufragio, todo ello en medio de aplausos y vivas hacia la Independencia y felicitaciones al Soberano Congreso. Luego el presidente ordenó se extendiera el Acta pertinente, separada de la del día. Ese libro de Actas en la que fue redactada el acta firmada por los diputados presentes, fue extraviado y se encuentra perdido.
El Acta quedó reflejada en el facsímil que fue impreso en Buenos Aires por la “imprenta de Gandarillas y socios” para ser enviado a todas las poblaciones de las provincias , que actualmente se encuentra
en el Museo Histórico Nacional. Es muy ilustrativo para saber de lo ocurrido en esa jornada, lo contado por el diputado por Buenos Aires, José Darregueira en carta a Tomás Guido: “Después de una larga sesión de nueve horas continuas desde las ocho de la mañana en que nos declaramos en sesión permanente hasta terminar de todo punto el asunto de la declaración de nuestra suspirada independencia, hemos salido del Congreso cerca de oraciones con la satisfacción de haberla concluido, y resuelta de unanimidad de votos nemine discrepante (sin que nadie discrepe) en favor de dicha independencia que se ha celebrado aquí como no es creíble, pues la barra, todo el gran patio, y la calle del Congreso han estado desde el medio día lleno de gente, oyendo los que podían los debates, que sin presunción, puedo asegurar a Ud. que han estado de lo mejor”.
Al día siguiente los diputados concurrieron a Misa en acción de gracias por la Independencia y en una sesión posterior otorgaron al Pueyrredón el grado de brigadier. El 12 el diputado por Catamarca, Manuel Antonio Acevedo propuso la adopción del régimen monárquico, tal como lo había aconsejado días antes Manuel Belgrano. Se discutió el tema durante las siguientes cinco sesiones, pero no se llegó a ningún acuerdo, pues el diputado por San Juan, fray Justo Santa María de Oro, manifestó que antes de tomarse tan importante resolución, debía requerirse la opinión de los pueblos. Por esos días se tuvo conocimiento que los portugueses habían iniciado la invasión de la provincia Oriental. En Buenos Aires ciertos círculos gubernamentales vieron con buenos ojos la invasión lusitana, pues consideraban que de esa forma se destruía el poder de Artigas -tan molesto a las ambiciones centralistas de Buenos Aires-, no importándoles en absoluto la pérdida de tan importante territorio, dejando a su propia suerte a una población leal a la nacionalidad argentina. También era vox populi que esos círculos no solo alentaba la invasión portuguesa a la Banda Oriental, sino que auspiciaban la sumisión de las Provincias Unidas a la Corona portuguesa, lo que significaba la entrega del país a los portugueses. A fin de dar por tierra con esos rumores y como una forma de ratificar la declaración independentista del 9 de julio, en día 19 en sesión secreta y a instancias del diputado por Buenos Aires, Pedro Medrano, se hizo un importantísimo agregado al Acta ya que además de disponerse la independencia “del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, lo sería además “y de toda otra dominación extranjera”. La propuesta de Medrano fue aceptada unánimemente por los diputados y luego en sesión pública se fijó la fórmula de juramento de la Independencia. Pero no obstante ello, el Congreso omitió declarar la guerra por la agresión portuguesa -como correspondía- y tampoco dispuso ayuda alguna a los argentinos orientales que le hacían frente.
Al día siguiente, el Congreso dispuso que en todos los lugares del país, se procediera a proclamar y jurar la Independencia, conforme a la fórmula aprobada. En esa ciudad la jura fue el día 21 con grandes festejos y en Buenos Aires, la ceremonia se desarrolló el 13 de setiembre. Un hecho importantísimo para el futuro de la emancipación americana, se produjo el 21 de julio con la reunión que durante tres días mantuvieron en Córdoba, Pueyrredón y San Martín, para tratar la inconveniencia de insistir en la guerra en el Alto Perú que tanta oposición habían encontrado los ejércitos patriotas y por el contrario se analizaron los planes de San Martín, de atacar por el occidente, traspasando los Andes y una vez liberado Chile, por mar llegar a Lima, centro vital de la resistencia realista.
El Director aprobó los planes de San Martín y comprometió la ayuda del gobierno para alcanzar aquellos fines. El día 25 el Congreso sancionó la siguiente ley: “Elevadas las provincias Unidas de Sud América al rango de nación, después de la declaración solemne de su independencia, será su peculiar distinción la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, hasta que sea decretada, al término de las presentes discusiones, la forma de gobierno más conveniente al territorio y se fijen conforme a ella los signos de la bandera nacional mayor”. Pueyrredón regresó a Buenos Aires el día 29, donde fue recibido con muestras de júbilo y el 1° de agosto firmó un decreto nombrando a San Martín general en jefe del Ejército de los Andes.
El 23 de setiembre los diputados, consideraron inconveniente para la gobernabilidad del país que el Congreso se encontrara separado del Director Supremo, por 300 leguas de distancia y así se decidió su traslado hacia Buenos Aires, pero no obstante siguió sesionando en Tucumán hasta el 17 de enero de 1817. Recién y después de un receso, el 12 de mayo de ese año, comenzará a hacerlo en Buenos Aires.
Fuentes: “Crónica Histórica Argentina”, Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968. Lafont, Julio A. “Historia de la Constitución Argentina”, Tomo 1, Editorial FVD, Buenos Aires, 1953. Luna, Félix. “Historia Integral de la Argentina”, Tomo 6, Editorial Planeta de Argentina S.A., Buenos Aires, 2000. Sierra, Vicente D. “Historia de la Argentina”, Tomo VI, Editorial Científica Argentina, Buenos Aires, 1965.