EL HIJO DEL GENERAL SAN MARTIN
JOAQUIN SAN MARTIN
Desde enero de 1822 José de San Martín proyectaba entrevistarse con Simón Bolívar. El objeto secreto —según lo escribió Rufino Guido- era el de apoderarse de Guayaquil; el público —según San Martín- pedir auxilios bélicos para terminar la guerra en el Perú (1) (2).
En el barco “Macedonia” remontó el Pacífico en julio de 1822 un hombre de 44 años, corpulento, de carácter franciscano, taciturno, positivo, metódico, nunca acostumbrado a los cumplidos ni a las palabras persuasivas (3).
Quince días antes de su arribo, Bolívar se le había adelantado y en esas 2 semanas hizo cálida y fructífera amistad con las Garaycoa. De acuerdo al análisis posterior de los hechos, se desprende claramente que Bolívar pidió a Carmen Calderón Garaycoa el que coronara a San Martín. Pero este no fue un acto sincero: ni estaba en la ideología de las Garaycoa, ni peor aún en el ardiente temperamento terriblemente competitivo de Bolívar.
Lo que Bolívar quería simbólicamente es herir al héroe argentino, al coronarlo quería demostrar ante todos de las ideas monárquicas de éste y el juego resultó por supuesto efectivo.
El barco en que arribó San Martín llegó al muelle el viernes 26 de julio de 1822 a las 12 del día. San Martín —hombre escrupuloso como era— estaba ya bien arreglado al arribo y según la memoria de José Gabriel Pérez, Bolívar subió a bordo y allí San Martín le abrazó y manifestó tenerle la amistad más íntima y constante (4).
Sin embargo y según otros testimonios de testigos presenciales, parece que Pérez mintió. En efecto, según Rufino Guido y Jerónimo Espejo, al muelle llegaron salo dos ayudantes de Bolívar quienes invitaron a desembarcar a San Martín.
El muelle estaba ubicado frente a la gobernación (5), desde allí San Martín en medio de un batallón de infantería, caminó cuatro cuadras por el Malecón hasta la casa esquinera de los Luzárraga situada en la calle del Comercio (hoy Pichincha) y la San Francisco (hoy 9 de octubre) (6).
La casa era de 2 pisos, al pie de la escalera estaba Bolívar de gran parada junto con su estado mayor, entre ellos Sucre, Salom y Tomás Cipriano de Mosquera, el sombrero era muy alto, con franja de oro y con plumas (7a).
Al ver a San Martín —eran las 12 y 30— dio algunos pasos adelante para saludarlo y extendiéndole la mano le dijo: “Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado Gral. San Martín”.
San Martín con su innata timidez le manifestó que no aceptaba aquellos encomios (6a). Bolívar se dio cuenta entonces que la batalla la había empezado a ganar. A poco notó que le faltaba a su opositor “la sal de la crítica” (7).
San Martín se decidió a hacer la primera pregunta: “Usted, estará muy sofocado por las pellejerías de Guayaquil” y sin dejar tiempo a que le conteste, mostrando de nuevo su horrenda timidez, le endilgó de nuevo: “¿y que cuánto tiempo están de pellejerías en medio de los mayores embarazos?”.
Pellejerías lo había utilizado para significar enredos en el primer caso y revolución en el segundo. Bolívar no contestó casi y vino la tercera intervención del protector: “Nada tengo que decirle sobre los negocios de Guayaquil, en los que yo no tengo que mezclarle; la culpa de que Guayaquil no quiera incorporarse a Colombia, la tienen los mismos guayaquileños” (8)
De 1 a 2 de de la tarde vinieron las felicitaciones de las corporaciones y luego de las señoras. Al final y de manera al parecer espontánea, se levantó Carmen Calderón “linda como un ángel” con las manos atrás y luego de pronunciar una arenga le puso lo que llevaba escondido: una corona de laurel esmaltado.
San Martín se puso rojo como un tomate; a la agresión inconsciente -había sido descubierto- le faltaba poros para salir. Se quitó la corona y viendo de reojo a Bolívar dijo “que habían otros que la merecían más que él” y como el Libertador no esperaba esto y pensando que iba a su vez a ser coronado, se puso “pálido y lívido como un muerto” según el testigo Rufino Guido.
A la final, dijo que no podía desprenderse de la corona y que la guardaría para siempre.
Muchos años después la misma Carmen se lo narró al historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna (9).
Los dos grandes hombres se encerraron de 2.30 a 4 de la tarde en la misma casa de Luzárraga teniendo su primera conferencia. El propio Bolívar en carta a Santander le dijo: “Dice (San Martín) que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú” (10)
Bolívar le dijo que prefería el que se coronara al Gral. Itúrbide -mejicano- a cualquier Borbón. Sin embargo San Martín en carta al Gral. Miller cinco años después negó rotundamente lo anterior, calificando de pillo e impostor al que se atreviera a decir tal cosa (11).
Bolívar se retiró a las 4 de la tarde con el sentimiento de haberlo abrochado. De 4 a 5 recibió el argentino algunas visitas y luego caminó las 5 cuadras que le separaban de la casa de la Aduana y con su Estado Mayor fue a pagar la visita a Bolívar, permaneciendo con él de 5.30 a 6.
Pasadas las 6 regresó a comer a casa de Luzárraga. Y luego de las 7 Guido anota como que nada: “la noche se pasó en recibir nuevas visitas y entre ellas algunas señoras”.
A nosotros no nos cabe duda que el propio Bolívar se sirvió de una dama casada para tentar al héroe. Se llamaba Carmen Mirón y Alayón y era una real hembra: tenía 20 años, en su rostro y cuerpo revelaba no pocas gotas de sangre africana, era hija de Don Antonio Mirón, nacido en la isla de León, síndico de la capilla del Astillero en 1821, casado desde 1791 con Asunción Alayón y Troya, babieca del estado Llano (12).
Carmen era viuda de un Sr. Pérez, matrimonio que le había durado sólo pocos meses (13a). Por el padre tenía abundante sangre árabe, por un abuelo murciano; por su madre, esta era bisnieta del español Francisco Martínez de Alayón, vecino de Guayaquil en 1687 y de Jerónima de Henao, ésta a su vez hija del secretario Antonio de Henao (13).
San Martín se quedó encandilado con su presencia. Bolívar le había hecho sentir tan mal que necesitaba una válvula de escape; Carmen era el regalo que quizás el mismo sabio astuto de Bolívar le enviaba para mitigar sus penas. Y se hizo una cita, ella lo esperaría en su casa el sábado 27 a primera hora de la mañana.
Y así fue, San Martín se trasladó al barrio del Astillero —donde ella vivía— con el sigilo que él acostumbraba y allí pasó 6 horas entregado a los más dulces deleites.
Ni Rufino Guido ni Jerónimo Espejo dan dato alguno sobre qué pasó con el General José de San Martín aquella luminosa mañana de julio.
El barrio del Astillero le recordó sin duda a Cádiz, tenía 151 casitas distribuidas en 9 calles todas con nombres simpáticos: Real, de la Compañía, de la Plazuela, de la Cárcel vieja, de la espalda de Gobierno, de San Agustín, de la Victoria, de la Águila y cerrada (14).
Mientras San Martín goza —aquella mañana— parcamente de la vida, Bolívar se pasa despachando correspondencia a Quito, Pasto y a la misma Guayaquil.
El protector almorzó frugalmente en la casa de Luzárraga pasado el mediodía y ordenó que todos tuvieran las maletas listas. Se sintió casi engañado y quería volar de Guayaquil a las 24 horas de haber llegado.
A la 1 fue a la casa de la Aduana a tener la segunda y más severa conferencia con Bolívar. Esta duró 4 horas y se han tejido muchas versiones sobre lo que hablaron, lo único seguro es que San Martín dejó el campo totalmente a Bolívar y se retiró para siempre de la vida pública.
Enseguida a las 5 pm. Bolívar ofreció una espléndida cena para 50 invitados, megalómano como él solo, se levantó e hizo el brindis: “Por los hombres más grandes de la América del Sur: el general San Martín y yo”. Este, con la timidez y prudencia características, respondió en el segundo brindis “Por la pronta conclusión de la guerra y por la salud del Libertador”. Y el buen argentino no se equivocaba, la tisis se notaba ya en el semblante de Bolívar, a él mientras tanto -le quedaban casi 30 años más de vida-.
De 7 a 9 tuvieron un receso y a las 9 fueron al baile que les daba la Municipalidad. San Martín se las aguantó 4 horas sin bailar: Carmen Mirón estaba allí, pero él la miraba con una desconfianza e intriga sin límites. A la 1 le llamó a Guido y le dijo: “Llámeme Ud. a Soyer que ya nos vamos, no puedo soportar este bullicio”. Salieron por una puerta excusada, según el mismo San Martín en su carta a Miller, Bolívar le acompañó hasta el bote y le regaló su retrato. Al despedirse -esta vez- a Bolívar le saltó la desconfianza y San Martín al cabo de muchas horas le volvió el alma al cuerpo. Bolívar dio unos pasos atrás para solemnizar el acto con un frío apretón de manos, pero San Martín le retuvo por el brazo y en voz baja le dijo: “Ha terminado mi vida pública. Iré a Francia y pasaré lo que me queda de vida en el retiro. Sólo el tiempo y los sucesos dirán quién de nosotros vio el futuro con más claridad” (15).
En el barco que iba rumbo a la Puna, San Martín pensaba en el orgullo de Bolívar, en su dificultad de mirar de frente a la persona, en su falta de franqueza y en su tono altanero, en sus maneras distinguidas, en su ambición. Y pensó también en su desinterés, en su popularidad, en su constancia monstruosa, por eso 18 años después cuando el marino francés Lafond le preguntó su concepto final sobre Bolívar dijo: “Es el hombre más asombroso que ha conocido la América del Sur” (16). En todo el viaje se pasó obsesionado en Bolívar, salían a flote todos sus defectos y sin embargo su grandeza era inconmovible.
El final
San Martín se instaló en Lima en la quinta de la Magdalena y allá en noviembre recibió la visita de Carmen ya embarazada de 4 meses. La prometió apoyar y la regresó. A Rosa Campuzano tampoco quiso verla más.
Su mujer estaba grave en Buenos Aires, pero temía ir, pues sabía que lo apresarían (17).
Joaquín Miguel de San Martín y Mirón nació a fines de abril de 1823 y fue bautizado en la iglesia de San Agustín, calle de San Alejo con calle de la cárcel, en Guayaquil el 13 de mayo (18). Su partida fue inscrita con sigilo en el Archivo de la Logia en Lima, pues San Martín pidió a sus “hermanos” que no la dejaran ver sino a sus descendientes (19).
José de San Martín viajó a Chile y luego estuvo en Mendoza y Buenos Aires. Su esposa murió muy joven en 1824 de apenas 27 años y él se embarcó con su hija de 8 años a Francia. En 1827 estuvo en Bruselas, hacia 1840 escribió a pedido del marino Lafond algunos recuerdos sobre Bolívar; en 1846 tuvo la satisfacción de recibir en su pequeño cuarto de Grand Bourg a 1 legua de Nainsville a Domingo Faustino Sarmiento. Tenía para entonces los ojos pequeños y ya encorvada la espalda. En su habitación tenía el pequeño retrato de Bolívar que eéste le había regalado (20).
Su hija Mercedes fue pintora de afición y ella hizo un retrato de Bolívar por 1846 a base de las indicaciones que le dio su padre (21).
En 1848 a los 70 años estaba casi ciego, y ya no podía firmar sus cartas.
Mercedes de su matrimonio con Mariano Balcarce le había dado 2 nietas: Josefa y Mercedes. En las guerras que la Argentina tuvo con Brasil, Francia e Inglaterra, San Martín ofreció sus servicios y las 3 veces su oferta fue rechazada.
Murió el 17 de agosto de 1850 a los 72 años en Bolougne-sur-mer (Francia). Sus restos descansan en la catedral de Buenos Aires.
Rosita Campuzano se quedó con pasmo luego de sus amores con el héroe. Nadie le conoció amante de 1822 a 1831, hasta que este año cedió ante un alemán llamado Juan Weniger, dueño de 2 almacenes en Lima y con él tuvo su hijo único; el alemán le quitó al niño a su madre para educarlo en un colegio (22).
Rosa en 1847 vivía de balde en los altos de la Biblioteca Nacional de Lima, gracias a la ayuda de Constancio Vigil; fue entonces cuando le entrevistó Ricardo Palma; para entonces usaba muleta y no parecía de 51 años, sino de 71.
A su hijo lo mataron en un combate por 1852. Ventajosamente a Rostía el Congreso del Perú le otorgó una pensión mensual. Murió en 1860 a los 64 años más sola que nadie.
Carmen Mirón también guardó largo celibato por el héroe y sólo hacia 1840 procreó a Rosa Mirón y Rivera quién vivió en San Alejo de Guayaquil casada con Eusebio Castro Rivera. Vivió atormentada por la suerte de su hijo Joaquín trotamundos por Sullana, Lima y Lambayeque. Murió de 80 años en Guayaquil quemada por un cigarrillo que incendió su cama (23).
La truculenta vida del hijo de San Martín
Joaquín San Martín y Mirón nació en Guayaquil el 27 de abril de 1823 y se bautizó el 13 de mayo en San Agustín. A los 18 años pasó al Perú. Perteneció al partido liberal desde joven. En 1852 a los 29 años estaba de marino y viajó a la Nueva Granada como tercer oficial de cargo del bergantín de guerra “6 de marzo” que había sido construido en Baltimore 7 años antes. Tenía el grado de alférez. El barco zarpó el 20 de setiembre de Guayaquil, arribó a Buenaventura, pero al regreso fue sorprendido en las costas del Chocó por un fuerte temporal y se encalló en los bajos de arena de Huascaona frente a Iscuandé. Sólo 8 personas que tomaron un bote se salvaron en forma milagrosa, uno de ellos fue San Martín (23a).
Hacia 1860 se estableció en Sullana, al norte del Perú huyendo de García Moreno, y casó con Isabel García Saldarriaga, con quien tuvo 2 hijos nacidos en Lima en 1862 y 1865. En esa ciudad se afilió a la Logia.
Por 1866 su esposa faltó a la fe del matrimonio y se separaron. En este año y cuando García Moreno pasaba por Lima con destino a Santiago, participó en el complot para asesinarlo en unión de los refugiados ecuatorianos que vivían en Lima.
Al arribar el tren a esta ciudad el 2 de julio de 1866 a las 11.30, le atacaron Juan Viteri Villacreses –ambateño- y San Martín en momentos en que recién bajaba del tren (24). Viteri le disparó 2 veces, pero sólo le hirió ligeramente en la frente y la otra bala traspasó el sombrero. San Martín parece que hizo solamente de campana, pues la Corte de Lima reconoció a Viteri como único culpable.
Hacia 1868 se estableció en Lambayeque y allí tuvo sucesor en la señora Petronila Alvarado, el hijo se llamó José Joaquín, en honor al padre y al abuelo. Por 1874 tuvo una relación con una señora Vargas.
Muerto García Moreno en 1875, regresó al Ecuador y se estableció en Máchala donde tuvo relación con una señora Avila, tenía entonces 6 hijos en 5 señoras diferentes. Por 1883 casó a su primera hija en Guayaquil. Cuando Caamaño subió al poder en 1884, conspiró contra éste, siendo desterrado a Lima -Allá fue precursor del saneamiento en esa ciudad (25).
Regresó al Ecuador por 1890, casando a su segundo hijo en Guayaquil en 1893. En 1894 fue Comisario de Máchala y Santa Rosa.
Murió asesinado en 1895 a los 72 años en Gualtaco (cerca a Santa Rosa) cuando iba a despedir a unos amigos.
Según el historiador y genealogista Fernando Jurado Noboa el prócer reconoció a su hijo.
No le gustaba hablar de su origen pero a raíz de que su hijo casó con una sobrina carnal de él (de D. Joaquín) e hija de su hermana de madre Rosa Mirón y Rivera, reveló confidencialmente el secreto a su hija mayor Rosa Isabel, pidiéndole que lo guardara todo el tiempo que ella lo juzgara conveniente.
Fueron sus hijos:
1. Rosa Isabel San Martín García, nacida en Lima en 1863, m. en Guayaquil 14 de mayo 1941, ce . Manuel Andrés Pazmiño, n. de Máchala. Suc: Pazmiño-Aguilera.
2. Justo Vicente San Martín García, nacido en Lima 1865, se crió con su padre y a los 11 años, en 1876, pasó a Guayaquil, casó en San Alejo en 1893 con su prima hermana Mercedes Castro y Mirón, vecinos de Baba en 1895. En 1910 fue desterrado al Perú, cuando nuestros conflictos de frontera. Sucesión — San Martín-Guevara; San Martín-Santos; López San Martín; Moncayo-San Martín; San Martín-Morán.
3. José Joaquín San Martín Alvarado, nacido en Lambayeque por 1868, casó en Lima con María Francinet, brasilera, tuvo 1 hijo marino, otro aviador, otro médico y otro ingeniero. El médico (Mauricio) fue Rector de la Universidad de San Marcos de Lima. Descendencia en Lima y Huamanga (Perú): San Martín Navea; San Martín-Rappeto; San Martín-Fernández: San Martín-Valestra; San Martín-De la Fuente; Romero-San Martín; y Bermúdez-San Martín.
4. Juan San Martín, nacida en Perú por 1871.
5. Eduardo San Martín Vargas, nacido en Perú por 1874, c. en Guayaquil con Enma Lanfranco y es. en n. Vargas.
6. Teniente coronel Luis Alberto San Martín Avila, nacido en Máchala por 1877, ce. Matilde Hurtado.
FUENTE www.revisionistas.com.ar